Jesucristo no era palestino, no nació en Belén y tampoco fue crucificado por el Imperio español

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Desconcertantes y polémicas son, una vez más, las declaraciones del dirigente venezolano Nicolás Maduro al afirmar en el actual contexto de lo que está ocurriendo en Israel que «Jesucristo fue el primer antiimperialista de la historia moderna, un joven palestino, nacido en Belén, que fue crucificado injustamente por el Imperio español». Así lo recogen los diarios El Mundo o La Razón y el propio vídeo del mandatario bolivariano.

Sin entrar a debate y dejando a un lado la afirmación de «antiimperialista» con la que se puede estar poco, mucho o nada de acuerdo, pasaremos a enunciar las tres imprecisiones o falsedades que recoge la frase anterior entresacada de un discurso del presidente de Venezuela en su intervención televisiva del pasado 10 de octubre. No hay duda de que Jesús no conoció Palestina, no fue crucificado por los españoles y todo parece indicar que tampoco nació en Belén.

Empezando por esta última, no se puede afirmar categóricamente que Cristo naciera en Belén. Cuando menos su lugar de nacimiento constituye motivo de controversia. Pues bien, siguiendo la tradición profética anunciada por las Sagradas Escrituras, Mateo y Lucas lo sitúan en Belén, pero este relato fue construido por conveniencia; en cambio, los Evangelios de Marcos (el más fiable, por la proximidad en el tiempo) y Juan señalan Nazaret como la cuna de Jesús, algo que en la actualidad sostiene la mayoría de los expertos.

Lo que está claro es que Jesús no nació ni vivió en Palestina, sino en Judea, un reino gobernado por Herodes (hasta su muerte en 4 a. C.) en calidad de vasallo de Roma, convertido después en una provincia del Imperio Romano (6 d. C. – 135 d. C.). Palestina, por tanto, no existía en ese momento. Hay que esperar al siglo II, época en el que el emperador Adriano cambia el nombre de la provincia de Judea por Palestina tras aplastar una rebelión de los judíos en 136. Para entonces, Cristo había muerto. Fue crucificado hacia los años 30-33 d. C. por orden del prefecto romano de Judea Poncio Pilato. Por tanto, los españoles nada pintan en esta historia -cuyo Imperio no fue una realidad hasta el siglo XVI y muy alejado de la zona de Judea-, aunque todo parece indicar que «Imperio español» pudo ser un lapsus de su constante «obsesión» con el pasado hispano de América.

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