Las dos presentes noticias recogidas por El País y El Independiente el 02/07/2018 y 15/01/2019 respectivamente informan sobre la admisión por parte del Tribunal Superior de Justicia de Navarra del recurso presentado por el Ayuntamiento de Pamplona contra la sentencia que declaró “nula” la decisión de exhumar los restos del general Sanjurjo. Ambos diarios califican erróneamente a este militar como “franquista”, adjetivo que se emplea incluso en el titular de El Independiente. Su trayectoria vital nos indica lo contrario. José Sanjurjo Sacanell (1872-1936) nació en Pamplona y desempeñó su carrera militar a lo largo del primer tercio del siglo XX, llegando a ocupar relevantes puestos durante la monarquía alfonsina, la dictadura de Primo de Rivera y los primeros años de la II República.
Su destacada participación en la guerra de Marruecos le valió el cargo de alto comisario, la máxima autoridad del Marruecos español entre 1925 y 1928. Desempeñó también el cargo de director general de la Guardia Civil, poniéndola al servicio del Gobierno provisional de la República en abril de 1931. Su disconformidad posterior con el régimen republicano (critica con dureza las reformas militares de Azaña) provoca su destitución en 1932, lo que le lleva a tramar una sublevación con el apoyo de otros militares y algunos carlistas. La rebelión (conocida como la Sanjurjada) se inició con éxito en Andalucía en agosto de 1932, pero fracasó estrepitosamente en Madrid, que fue sofocada por el gobierno. Sanjurjo, como cabeza visible de la fracasada conspiración, fue juzgado y condenado a muerte, aunque más tarde se le conmuta la pena por la de cadena perpetua.
El triunfo de la coalición radical-cedista posibilitó en 1934 la concesión de una amnistía a todos los militares implicados en la rebelión, incluido Sanjurjo, que marchó al exilio en Estoril, Portugal. Después del triunfo de la coalición frentepopulista en las elecciones de febrero de 1936 empezó a fraguarse la idea de un golpe de Estado. En el organigrama de los sublevados estaba previsto que fuese Sanjurjo el encargado de asumir la jefatura de la rebelión, pues era uno de los generales de más prestigio.
La sublevación se inició el 17 de julio de 1936 en Marruecos, aunque el golpe no consiguió triunfar de forma inmediata en todo el país. El día 20 de julio Sanjurjo tiene intención de volar desde Estoril hasta Burgos, donde asumiría el mando del golpe de Estado, pero la avioneta en la que viaja se estrella poco después del despegue y muere. Sus restos mortales fueron llevados a la cripta del Monumentos a los Caídos de Pamplona en 1961, donde permanecieron hasta 2016, fecha en la que fueron exhumados por decisión del Ayuntamiento de la capital navarra.
Estas pinceladas de su trayectoria permiten comprender la razón por la que a Sanjurjo no se le debe tildar de “franquista”, y sí de “sublevado” o “golpista”, por atentar contra el orden constitucional instaurado y legitimado por unas elecciones democráticas. El general Franco fue en todo caso seguidor de Sanjurjo, no al revés. Su larga y prestigiosa carrera militar (con luces y sombras) y los relevantes cargos ocupados durante la monarquía de Alfonso XIII, la dictadura e incluso los primeros tiempos de la II República le convirtieron en un líder capaz de aglutinar las distintas tendencias ideológicas que participaron en el golpe. Su inesperada muerte, como la de Mola un año más tarde (en accidente aéreo), posibilitó el ascenso de Franco en el liderazgo del bando sublevado, lo que allanó el camino posterior hacia la Jefatura del Estado.
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